No suele ocurrir mucho, no, más bien le pasa como a Petinto y su tren: nunca pasa hasta que pasa, y cuando esto ocurre, Arenales vuelve a ser tan bello como curtidor.
A pesar de que después del último día ya son más, muy pocos son aquellos que lo pueden contar en primera persona y lo contarán siempre, pues se les queda grabado en la memoria con tal fuerza como los bofetones salados que dan esas barras al caer.
No es una ola que abra bien, pero es adrenalina estallando desde el minuto uno, desde el momento en el que has esperado a que la serie bajara y te metes corriendo, avanzas a trompicones y rezas para no quedarte desventado justo en la zona de impacto de la nueva serie que viene. O cuando haciendo equilibrios, viene una racha indomable que puede contigo, vas a hacer el waterstar y no hay viento para levantar la vela, pero ahí ves la serie venir hacia ti...
Sin olvidar el momento de pasar por encima de la ola, justo antes de que empiece a romper.
Y luego volver hacia la orilla y, aunque no quieras, lanzarte al largo a toda velocidad para que la ola no te deje atrás y ver aumentada esa velocidad por la pendiente de la ola... un giro, dos, a lo sumo tres, correr, correr y correr por la pared hasta que se pone vertical, más vertical.
Quiere reventar en barra y,en ese momento, le das al labio y vuelas, si tienes suerte con control, si no, sin él, pero en cualquier caso estallas con esa ola, y con esa explosión tu adrenalina te posee y te graba en la memoria esa sesión curtidora y petintera. Y después de esto... hasta la próxima, quién sabe cuándo...
Todas las fotos están hechas por Jorge Meléndez.