Durante el camino, el recuerdo de otras sesiones te vienen a la cabeza mientras el sol empieza a salir. El levante se nota en el ambiente después de varios meses sin hacer acto de presencia.
Y mientras todo esto sucede, sin darte cuenta, llegas a tu destino... sí, ya se que siempre que hablo de Calblanque insisto en la belleza de este spot, pero es que la simple entrada ya es espectacular. Imagina que, tras quedarte sin cobertura y después de conducir unos minutos por una pista de tierra, comienzas una bajada flanqueada por frondosas laderas y al fondo el mar, donde ya puedes ver si puede ser tu día de suerte. Tras varios minutos más de pista de tierra, de ardillas y demás fauna paseando por su camino, giras a la derecha y de repente, ¡lo ves! El azul intenso en líneas perfectas combinadas con una cremallera salada de color blanco. Sólo por esto, ya vale la pena ir.
Sin nadie en el agua te decides a montar y a entrar.
Pocos son los días en los que el viento fuerte y la ola grande se presentan a la fiesta, pero es que Calblanque no necesita de mucho para poder sacarle el jugo así que, a pelearlo.
Pocos son los días en los que el viento fuerte y la ola grande se presentan a la fiesta, pero es que Calblanque no necesita de mucho para poder sacarle el jugo así que, a pelearlo.
¿Qué os voy a contar? ¡puro surf! giros y giros sobre cristales líquidos, acabando en muchas ocasiones en aéreos aterrizados sobre algodones.